“Cierto, no estamos preparados”- replicó Zorbas –“pero de hecho, el motín ha estallado. Cada vez más gente se une al mismo y pronto desbordará a la milicia de la ciudad. Lo queramos o no, estamos ya en fase de guerra abierta. No podemos mantenernos al margen”.
Los presentes, una cincuentena de ceñudos mineros enanos, miraron a Shirvan. No parecía convencido. Finalmente, éste negó con la cabeza y, mirando a Zorbas, admitió: -“es verdad. No tenemos elección”. –Mirando a sus compañeros añadió: -“esto tiene muchas opciones de salir muy mal. Llevad a vuestras mujeres, hijos y ancianos a la mina de Terek Armerker. Llevad allí las provisiones almacenadas en la caja de resistencia. Habrá que preparar la ofensiva de manera coherente. Uno deberá ir a avisar a la guerrilla élfica de que hemos lanzado un órdago contra la ocupación de la ciudad por el imperio”.
Kglum, veterano de los combates tras los cuales el Imperio tomó Dol Baradrey, propuso: ”Asalta tú los almacenes con un grupo de jóvenes. Llevad las provisiones a la mina y quédate con un grupo de ellos para acabar de abrir la mina. Los demás que se reúnan con migo en el cuartel de la milicia, que será nuestro cuartel general. Allí les redistribuiremos. Zorbas, llévate a un grupo de veteranos con picos y asedia el palacio de justicia de los custodios. Trata de ganar los bocacalles del foro. Te mandaré refuerzos bien armados para tomar la plaza y realizar el asalto. Los que tengan ballestas o arcos se unirán a mi grupo y al de Zorbas. Shirvan, espera noticias nuestras antes de sacar a la gente de la ciudad”.
Shirvan se mostró de acuerdo: “Bien. Gôrmr, tú que eres rápido, sal de la ciudad por el túnel de los Tejedores, que estará desierta y trata de reunirte con tu contacto de la guerrilla. O acosan a los refuerzos imperiales o estamos perdidos. ¿Todos de acuerdo? Bien. Manos a la obra. Los hijos de Hèlka, Murfr, Hazerd, y los pequeños de Drogr, Frenn y Kretr, y todos los que tengan menos de sesenta años, partid a decirle a vuestras familias que vayan a las minas. Nos reuniremos en la Plaza del Pan para atacar el almacén”.
Así empezó todo. La revuelta imprevista en Dol Baradrey. El asalto al almacén se realizó sin pérdida de vidas. Y su saqueo también. Por lo que Shirvan pudo saber, la armería fue defendida tenazmente por la milicia contra los mineros, pero el empuje enano acabó triunfando. En el palacio se perdieron al menos una decena de vidas, la mayoría de no afiliados. Los miembros del movimiento formaban con disciplina, pero el resto de los rebeldes se dejaban llevar por la masa, y los ballesteros humanos se cebaron contra ellos tirando desde el palacio a la Plaza del Mercado. Rápidamente, la población enana se alineó junto al movimiento y algunos activistas incluso condujeron a sus familias a las minas. Mientras Shirvan picaba, sin embargo, la situación cambió. Deshacerse de la guardia de la ciudad había sido tan sencillo como se esperaba, pero pronto llegaron noticias de que la Gran Hermandad estaba cortando los caminos y acuchillando a todo no humano que veían. Además, llegaron rumores de que varias cohortes imperiales se estaban reuniendo en el campamento de la puerta de la ciudad. Mientras avanzaba la excavación, el ejército empezó a tantear la resistencia de los mineros, que se mostró firme. A pesar de la escasez del armamento, varios asaltos conducidos a través del Barrio Norte fueron rechazados por la gente de Zorbas y Kglum, que salvo esa parte controlaban ya la totalidad de la ciudad. Sin embargo la llegada de la caballería y la consecución de distintos ataques en distintos puntos del área urbana acabó por romper la resistencia rebelde, sólo unas horas después de que Shirvan comunicara que la apertura del túnel había sido completada. La evacuación fue rápida, pero pocos combatientes se salvaron, y casi nadie de entre los civiles que no habían ido a las minas. La destrucción del montacargas y el derrumbe de varios túneles dieron tiempo a los fugitivos de derribar varios tabiques de contención del agua subterránea y la excavación de un canal que comunicó un manantial cercano a la abertura con las propias minas, que quedaban así anegadas y por ello inservibles, retrasando así el rastreo de los refugiados por los humanos.
La huida a las montañas fue penosa. Muchos niños y ancianos perecieron por el agotamiento a lo largo del camino, mientras que las marchas forzadas eran una obligación, pues las tres decenas de varones con edad de combatir no habrían sido capaces de contener a una partida de caza bien organizada. Con la ayuda de algunos guerrilleros elfos y tras varias semanas de caminata, los en torno a cuatrocientos refugiados se instalaron en la ladera de una montaña, que empezaron a agujerear tras construir unas chozas comunitarias provisionales. Allí estableció aquel pueblo un nuevo hogar. Mas durante una expedición de rescate para recuperar a unos rehenes retenidos por el imperio la partida de diez enanos liderada por Shirvan fue desbaratada por los imperiales, que dieron por muertos a todos los integrantes de la misma. Allí le encontró Søl-Skönno, druida de aquellos bosques, que le curó sus heridas y salvó a otro de sus compañeros. Mientras el segundo marchaba de vuelta a la montaña, Shirvan decidió quedarse con su rescatador y aprender de él los secretos de la vida en el bosque. Sin ellos, la lucha estaba destinada al fracaso.
Allí, el rebelde le contó al druida que él había nacido en las faldas del desierto, allí donde éste es detenido por las montañas. Había ido, desde niño, guiando caravanas que desde muy lejos llevaban productos a los territorios ahora ocupados por el imperio, para llevarse otros a sus tierras. El saqueo de las ciudades enanas y élficas de la zona por parte del imperio, unido a los asaltos de los ogros a las rutas caravaneras llevó a la ruptura de las relaciones comerciales con aquellas tierras desconocidas y, su padre, carente ya de un medio de vida, emigró a Dol Baradrey, donde fue empleado como minero junto con su hijo. Allí, la caída de un cascote lo mató al cabo de pocos años. He hecho, en general los enanos de la ciudad eran más débiles y frágiles que la media de su raza, pues las minas que los humanos les forzaban a construir eran incompatibles con la vida de los trabajadores. Los enanos acostumbran a excavar túneles de metro ochenta de alto y una anchura similar, como mínimo. Además, donde es posible, hacen aberturas de abajo a arriba para que los gases pesados no se acumulen en las propias minas, favoreciendo su expulsión. La perforación de la montaña se busca también desde diversos ángulos para facilitar la existencia de corrientes de aire, aliviando tanto el calor como el frío y permitiendo una cierta ventilación. Las excavaciones, por ello, llevan tiempo y acababan constituyéndose en auténticas ciudades. Los humanos sin embargo sólo les permitían excavar diminutos túneles donde los enanos debían trabajar sometidos a temperaturas extremas arrastrándose, sin apenas espacio para moverse, respirando durante dieciséis horas diarias los gases tóxicos que sus picos liberaban. Una dieta basada en pan, queso y algún potaje tampoco permitía que los lugareños desarrollaran su potencial físico al máximo.
Lo que Shirvan sí que tuvo desde niño fueron libros, un padre curioso y contacto con gente de todo tipo y muy distintos lugares, y por ello a pesar de su juventud adoptó en seguida un papel preponderante en el movimiento minero que se organizó poco después de que su padre y él llegaran a la ciudad. El MEL, Movimiento Enano de Liberación, contó con pocos miembros al principio, pues fue constituido de manera semi-secreta, y no había actuado aun cuando estalló la revuelta tras la cual Dol Baradrey fue arrasada. Si bien sus miembros estaban muy concienciados, gran parte de la comunidad minera era más bien reacia a unirse a una organización abiertamente contraria al Imperio, pues temía la reacción de los humanos.
Tras permanecer con el druida durante un tiempo que las fuentes no concretan, Shirvan convenció a Søl-Skönno, que no quería abandonar sus bosques por nada del mundo, de que visitara el pueblo de los refugiados de Dol Baradrey donde decía, habían creado una comunidad humilde pero libre. De camino, sin embargo, fueron interceptados por una partida de caza de la Gran Hermandad, que aún andaba buscando enanos fugitivos de la antigua ciudad enana. Los humanos ofrecieron a los enanos un empleo para hacer el trabajo sucio de su organización. Ninguno quería aceptar, pero tampoco tenían opción…